lunes, 13 de julio de 2009

La tentación a Cristo: El ataque a la identidad cristiana

A. Ataque sobre las identidades

1. La tentación de Adán y Eva y la tentación de Jesús 
En la tentación de Satanás a Eva se aprecia en primer lugar la astucia de la serpiente.
Satán quería generar un diálogo en el que introducir una de sus mentiras, cosa que no logró con Cristo. En su diálogo con Eva procura hacerla dudar para introducir su falsa afirmación: "Seréis como Dios." (1)
En la tentación a Jesús es Dios quien toma la iniciativa por medio del Espíritu Santo e impulsa a Jesús al desierto "...para ser tentado por el diablo." (2) 
Satanás no se presenta para desafiar a Dios sino que es Dios mismo quien impulsa a Jesucristo para ser tentado por Satanás. Este impulso está dirigido al desierto, al lugar que después de cuarenta días encontraría a Jesús en su total debilidad, como una condición indispensable para la victoria, "...Dios deja sólo al hombre en la hora de la tentación." (3)
En este caso Satanás no aparece como la serpiente antigua, sino que aparece en persona. En Jesucristo el triunfo no es de Dios primordialmente sino del hombre, por eso la necesidad de una soledad absoluta. Tanto en la tentación de Adán y Eva como en la tentación de Jesús Satanás intentó falsificar sus identidades y destinos finales. A Eva le afirmó que si comía del árbol del conocimiento del bien y del mal sería como Dios; y a Jesús pretende hacerlo dudar de su condición esencial de Hijo de Dios.
El ataque de Satanás se dirige directamente a la identidad de Jesús en tres formas diferentes. En las tres oportunidades el diablo comienza su trabajo con la misma frase: "Si eres Hijo de Dios..." (4)
 En este sentido opera como incentivador de la duda. Al utilizar la forma condicional introduce la duda, y esa duda va dirigida nada menos que al Ser de Jesucristo como Dios con nosotros.
La primera de las tentaciones intenta escindir la persona de Cristo. Pretende dividirlo entre Hijo de Dios y hombre, y oponer su divinidad a su humanidad.
Si Jesús se interpretaba a sí mismo de esta forma, podría haber hecho el milagro de la conversión de las piedras en panes con sus atributos divinos, para así satisfacer sus necesidades humanas, en este caso el hambre; y a su vez llevar adelante su mesia-nismo. Obviamente esto era un error, una trampa en la que no cae Jesús pero sí los gnósticos en el tiempo posterior, contra los que lucha especialmente el apóstol Juan. Era un ataque al misterio de la esencia de Dios en Cristo, era un ataque al logos hecho carne según la definición del evangelio de Juan. Jesús como es sabido le contesta con la Palabra de Dios desde la comprensión de su identidad, y de su misión como consecuencia de esta identidad. Aquí se ve aquello que Pablo revelara más tarde "...no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse." (5)
La respuesta de Jesús deja de lado la posibilidad de lo "milagroso" por medio de sus atributos divinos, y afirma: "No sólo de pan vivirá el hombre..." (6)
Dios no necesitaba demostrar su superioridad sobre el diablo, de haber querido lo hubiese destruido con el aliento de su boca en el mismo momento en que se genera el misterio del mal. En Cristo el triunfo era del hombre, y esto es lo maravilloso. El hombre es el que necesitaba vencer, el hombre es el que había fracasado, no Dios; de otra forma estaríamos creyendo en un dios fracasado, quizás sea esta otra forma de idolatrarnos.
En la segunda de las tentaciones Satanás toma la propia Palabra de Dios, se toma de aquello que el Verbo eterno conocía y que había creado para mal interpretarla y usarla de herramienta para tentar a Jesús. Esto es muy común en nuestros días, en donde la Palabra es interpretada como una mera promesa dada al hombre para su propio beneficio. Estas promesas son interpretadas de un modo aislado; fuera del contexto bíblico, fuera del contexto social de la época en que fue escrita, y fuera del concepto total que deriva de la esencia del ser cristiano y de la iglesia como cuerpo hacia el cumplimiento de la misión de los mismos. Jesucristo conoció esta trampa, y en su santa astucia interpretó la Palabra a la luz de la Palabra. "No tentarás al Señor tu Dios", no es un mandamiento para Satanás como tantas veces fue interpretado. Este es un mandamiento al que El mismo se sometía. El que no debía tentar a Dios es el mismo Jesucristo tirándose abajo como estúpidamente lo pretendía el diablo. "No tentarás al Señor tu Dios" (7), es un mandamiento para el hombre y para la iglesia.
La iglesia hoy clama: "¡Dios, está escrito!", y demanda "bendición" tras "bendición". Sin embargo, este criterio tiene una pregunta pendiente que no ha sido contestada, y es la siguiente: ¿Cuál era el concepto de prosperidad del apóstol Pa-blo, cuando estaba recibiendo el azote trigésimo noveno a manos de los soldados romanos? Para Jesucristo como para Pablo prosperidad fue vivir por fe en la voluntad de Dios, y cumplir la misión como consecuencia inevitable de esa misma vida de fe. Jesús no estaba dispuesto a tentar a Dios con la Palabra y por esto la potencializa y se somete a ella.
La tercera de las tentaciones es la más abierta de todas y está basada en el principado del diablo en este mundo.
En verdad Jesús se somete también a esta realidad de Satanás como príncipe permitido de este mundo, pero sabiendo que la so-beranía total es de Dios. Satanás es príncipe porque Dios lo permite. En esto es comparable la tentación de Adán con la de Jesús, Satanás muestra desde lo exterior para afectar el interior. En el caso de Adán y Eva el árbol del conocimiento del bien y del mal era bueno, en el caso de Jesús le mostró la gloria de los reinos del mun-do.(8)
 El diablo es un incitador de la tipología del tener. Si quieres tener, me tienes que adorar y dejar de ser; este es el razonamiento satánico de toda sociedad que se basa en el consumo y en la ostentación dejando de lado la identidad de los hombre creados a imagen y semejanza de Dios, tanto como las necesidades de los más vulnerables. Para esta sociedad diabólica los que tienen "son", y los que no tienen, ni siquiera existen. Llegan al extremo de preguntar ¿Adónde están los pobres?, mientras proliferan los sin techo, los afectados psíquicamente, la prostitución en todos los sentidos, el hambre y la mortalidad infantil. No son Satanás porque Satanás es una persona, pero son muy buenos embajadores en esta tierra del príncipe de los demonios. Los métodos varían pero el fin que persigue el adversario es el mismo, afectar el interior del hombre. Satán pretende hacer que Jesucristo-hombre renuncie a Dios, no que Jesús renuncie a ser Dios. Obviamente una cosa implicaría la otra, ya que se hubiese generado un conflicto en la misma esencia del Creador.

2. Lo diabólico como el anti-ser
La bestia es descripta en el Libro del Apocalipsis como una de las expresiones más acabadas de lo diabólico. Por tanto si la analizamos y la comparamos por opuestos con Jesucristo llegaremos a la conclusión siguiente: Si Cristo se describió a sí mismo como el Yo soy, la Bestia y el Anticristo se podrían llamar el Yo no soy. Esto tomado no como una modalidad de existencia sino como el ser en términos negativos, o anti-cristianos. Esto que Paul Tillich afirma al decir: "Lo demoníaco es lo Santo (o lo sagrado) precedido por un signo menos: lo antidivino sagrado." (9) 
La bestia "...era y no es...y va a la perdición"(10); por otra parte Jesucristo es "...el que es y era y que ha de venir, el todopoderoso."(11) Cada una de las personas aludidas llaman a la humanidad a esencias opuestas y a destinos opuestos. Por un lado el que no es llama a no ser y a la perdición. Por el otro Cristo llama a ser, a venir con todo su poder con gran galardón para los que guarden su palabra.(12)
El nombre de la Bestia la caracteriza por completo. Así como el "nombre" que Dios accede a darse a sí mismo es inabarcable e infinito; el nombre de la Bestia es perfectamente definible y limitado como limitado puede ser el número 666.
La Bestia es un número y hace de todo aquello que somete también un número. Un número, es decir algo impersonal o más bien despersonalizado; entendiendo esta despersonalización como un embate contra la propia esencia de la humanidad que fue creada como persona a imagen y semejanza de Dios. La Bestia en este caso viene a ser el modelo final que Satanás desea para cada ser humano. Va a la perdición y por eso busca la perdición de todos los hombres.
La era de la bestia en los términos post-modernos actuales se aprecia en la llamada globalización que concluye en el anonimato del hombre. Ya no es persona sino parte del mecanismo de un sistema que lo tiene como engranaje. Esto como resultado de la época moderna y del auge de la ciencia. La bestia tradujo su poder en la máquina como eje directriz del mundo, todo funciona alrededor de las máquinas creadas por el hombre. De esta forma el hombre se ve sometido a su propia creación y está atado a sus propias leyes convirtiéndose en parte de una maquinaria por el mismo creada que sólo se rige por las funciones.
El hombre edifica su nueva Babilonia y pretende llegar a la perfección, al 777; pero en su intento el sistema lo atrapa y sólo llega a lo que era pero no es, al 666. Esto es lo que vio Juan el anciano en el Apocalipsis, cuando describe al siste-ma romano imperante. "Dios es la plenitud de la historia, la bestia es el vacío continuo, la continua frustración."(13)
La Bestia es toda expresión que tienda a la deshumanización y a la cosifica-ción del hombre. Todo sistema que tienda a esto es bestial, diabólico y anticristiano.
El sistema de la Bestia cae cuando el cristianismo se afirma en los valores esenciales del ser de Dios en él. La existencia mecanicista y brutal no resiste a la solidez de los valores esenciales que Dios imprimió en el hombre, no los entiende y le son molestos. La Bestia va contra la iglesia y la iglesia la derrota por medio del valor del ser. Aquí la palabra valor tiene su doble acepción: valor como coraje, y valor como cualidad ética y moral. Esto se ve con toda claridad en el Apocalipsis; son los mártires los que vencen por medio de la sangre del más grande de los Márti-res y por sus testimonios. Aquel que es el sumo valor venció con su sangre, y sus mártires vencen también por medio de Él y del valor que da al hombre que lo conoce, menospreciando sus vidas hasta la muerte.(14)

Notas al pie: (1) Gén. 3:1
(2) Mat. 4:1
(3) D. Bonhoeffer, Tentación (Buenos Aires: Editorial La Aurora, 1977), 18.
(4) Mat. 4:3
(5) Fil. 2:6
(6) Mat. 4:4
(7) Mat. 4:7
(8) Mat. 4:10
(9) P. Tillich, Filosofía de la religión (Bs As: Ediciones Megápolis, 1973), 74.
(10) Apoc. 17:11
(11) Apoc. 1:8
(12) Apoc. 22:7
(13) P. Richard, Apocalipsis, reconstrucción de una esperanza (Costa Rica: Editorial Departamento Ecuménico de Investigaciones, 1994), 162.
(14) Apoc. 12:11

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