Lectura bíblica: Mr. 16:16; Hch. 2:38; 22:16; 1 P. 3:20-21; Ro. 6:3-4; Col.
2:12
El bautismo es un tema muy destacado en la
Biblia. Hay dos aspectos del bautismo que debemos entender claramente. Primero,
antes de ser bautizados, necesitamos saber lo que el bautismo puede hacer por
nosotros. En segundo lugar, después de ser bautizados, necesitamos mirar
retrospectivamente y preguntarnos acerca del significado de nuestro bautismo.
En el primer caso, el bautisterio y el agua están delante de nosotros. Cuando
vamos a ser bautizados debemos preguntarnos: “¿Qué puede hacer el bautismo por
mí?”. Después de ser bautizados, tenemos que preguntarnos: “¿Qué significado
tiene mi bautismo?”. La primera observación se hace mirando hacia el futuro, y
la segunda, mirando retrospectivamente. Aquella tiene que ver con lo que uno
sabe antes de ser bautizado, mientras que la última, con el entendimiento que
uno tiene después de ser bautizado.
I. LO QUE EL BAUTISMO
HACE POR UNA PERSONA
HACE POR UNA PERSONA
A. El bautismo nos salva
del mundo
“El que crea y sea bautizado, será salvo”.
Me parece que este versículo infunde cierto temor a todos los protestantes y,
por ende, no se atreven a leerlo. Siempre que lo leen, lo cambian por: “El que
crea y sea salvo, será bautizado”. Pero eso no es lo que dice la Palabra del
Señor. A fin de evitar el error del catolicismo, los protestantes
deliberadamente dan rodeos al exponer la Palabra de Dios. Sin embargo, al
tratar de evadir el error del catolicismo, ellos mismos caen en otro error. La
Palabra del Señor es clara: “El que crea y sea bautizado, será salvo”. El
hombre no tiene autoridad para cambiarlo por: “El que crea y sea salvo será
bautizado”.
1. Ser salvo es ser
liberado del mundo
Volvamos ahora nuestra atención al
significado que la Biblia le atribuye a la palabra salvación. ¿De qué es salva una persona? Según la
Biblia, las personas son salvas del mundo, no del infierno. Lo contrario a la
vida eterna es la perdición, pero la Biblia no considera la salvación como lo
contrario a la perdición. La Biblia nos muestra que la salvación es nuestra
liberación del mundo. Mientras una persona forme parte del mundo, ya está
destinada a la perdición eterna.
Consideremos ahora la condición del hombre
delante de Dios. Hoy en día, no es necesario que los hombres hagan nada para
merecer la perdición eterna. No es que yo esté destinado a la perdición eterna
porque haya asesinado a alguien, o que seré salvo de la perdición eterna porque
no he cometido ningún homicidio. El hecho es que el mundo entero está en camino
de la perdición eterna. Y de entre todos aquellos que están destinados a
perecer, Dios nos ha rescatado a nosotros y nos ha salvado. El mundo entero,
corporativamente, está en camino de la perdición, pero Dios está salvando a los
hombres individualmente, uno por uno. No es que Dios atrape a todos los peces
del mar para después separar los buenos de los malos, destinando unos a la
salvación y otros a la perdición eterna. No, sino que todos los peces del mar
están en camino de la perdición eterna; pero aquellos que son atrapados por
Dios son salvos, mientras que el resto permanece en el mar.
Por tanto, el asunto de la salvación y la
perdición eterna no guarda relación alguna con el hecho de haber creído en Dios
ni con lo buena que pueda ser nuestra conducta, sino que se relaciona con
nuestra posición, es decir, con el lugar donde uno se encuentra. Si uno está en
el barco, es salvo, pero si todavía permanece en el mar, habrá de perecer. Tal
vez usted no haya hecho nada, pero en tanto que esté en el mundo, eso basta
para que perezca. No importa si usted es bueno o malo, si es un caballero o un
villano, ni si usted vive regido por su conciencia o no. Mientras forme parte
del mundo, usted carecerá de toda esperanza. Si no ha salido de allí, está
condenado ante Dios.
2. La salvación está relacionada
con nuestra posición
Debido a que Adán pecó y llegó a ser
un pecador, todos los hombres vinieron a ser pecadores. Hoy el hombre no
necesita pecar para ser pecador porque todos han llegado a ser pecadores por el
pecado de un solo hombre. Mas ahora, Dios nos ha salvado de entre muchos
hombres. Si usted pertenece al mundo, entonces, independientemente de la clase
de persona que usted sea, usted está en contra de Dios y es Su enemigo. Por
tanto, usted está en la posición incorrecta, en virtud de la cual usted está
destinado a perecer y está en camino de la perdición. Si usted todavía está en
el mundo, está destinado a perecer.
La palabra salvación ha sido usada liberalmente entre
nosotros y con mucha confusión. Existe una diferencia entre ser salvo y obtener
la vida eterna. Obtener la vida eterna es un asunto personal, mientras que ser
salvos no consiste sólo en recibir la vida eterna en el ámbito personal, sino
que también implica salir de una entidad corporativa que está errada. Hermanos
y hermanas, ¿ven claramente cuál es esta diferencia? Recibir la vida eterna es
un asunto personal. Pero la salvación no es sólo un asunto personal, sino que
además tiene que ver con la entidad colectiva a la que pertenecíamos
anteriormente.
Por consiguiente, ser salvo
significa salir de una entidad y entrar en otra. Recibir la vida eterna hace
referencia a la entidad a la cual hemos ingresado, no a la entidad de la cual
hemos salido. Pero la salvación incluye tanto la salida como la entrada. Así
que, la esfera de la salvación es más amplia que la de recibir la vida eterna.
Ser salvo incluye ser liberado del mundo, es decir, salir del mundo.
3. Cuatro hechos principales delante
de Dios
con respecto al mundo
La Biblia nos muestra cuatro hechos
principales con respecto al mundo: (1) a los ojos de Dios, el mundo está
condenado; (2) el mundo yace en el maligno; (3) el mundo crucificó al Señor
Jesús; y (4) el mundo está en enemistad con Dios; es enemigo de Dios. Delante
de Dios, estos son los cuatro hechos principales con respecto al mundo. Si una
persona permanece en el mundo, ya está condenada y perecerá, sin importar cuál
sea su conducta.
Recuerden que la salvación del
hombre no se relaciona con su conducta. El hombre está errado debido a que su
posición es la posición equivocada. Sabemos que no es fácil ser liberados del
mundo. ¿Cómo puedo salir del mundo si aún me atrae? Sin embargo, cuando me doy
cuenta de que el mundo está en una posición equivocada con respecto a Dios,
tengo que abandonarlo, no importa cuán atractivo me parezca. Por tanto, la
salvación no se relaciona simplemente con nuestra conducta personal. La entidad
colectiva a la que pertenecemos está equivocada; necesitamos ser salvos de
nuestra relación con el mundo y de nuestra posición en él.
Cuando los judíos trataron de
deshacerse del Señor Jesús, clamaron: “¡Su sangre sea sobre nosotros, y sobre
nuestros hijos!” (Mt. 27:25). Aunque nosotros no matamos al Señor Jesús
personalmente, nuestros antepasados sí lo hicieron. Aunque nosotros no
cometimos tal acto personalmente, sí lo hizo la entidad colectiva a la que
pertenecemos. El cuerpo colectivo al que pertenecemos es enemigo de Dios y está
condenado a perecer. Esto no tiene nada que ver con que hayamos errado o no
personalmente. Espero que puedan ver que no solamente somos pecadores en el
ámbito individual y como tales necesitamos ser salvos personalmente, sino que
además pertenecemos a una colectividad errónea. El mundo al cual pertenecemos
es enemigo de Dios. El mundo en el cual estamos está condenado por Dios.
Necesitamos ser librados de la relación que tenemos con él y de nuestra
posición en él.
4. Ser salvo es salir del mundo
¿En qué consiste la salvación? La
salvación consiste en salir de cierta entidad colectiva; es una liberación de
cierta posición y de ciertas relaciones. En otras palabras, significa salir del
mundo. La mayoría de las personas presta mucha atención a su salvación
personal, pero ahora, debemos preguntarnos: ¿De qué somos salvos? La salvación
que se recalca en la Biblia se refiere a ser salvo del mundo, no del infierno.
El mundo en su totalidad está condenado por Dios.
No cabe duda de que aquel que cree
en el Señor Jesús tiene vida eterna. Hemos predicado esto por muchos años. Una
vez que una persona cree en el Señor Jesús, tiene vida eterna y es salva para
siempre. Todos sus problemas son resueltos. Pero recuerden que si una persona
cree pero no es bautizada, todavía no es salva. De hecho, tal vez usted ha
creído en el Señor y tiene vida eterna, pero a los ojos del mundo, ¿es usted
salvo? Si usted no ha sido bautizado, no es salvo, ya que nadie sabe que usted
es diferente. Usted tiene que tomar tal decisión y ser bautizado, declarando
que ha puesto fin a su relación con el mundo. Solamente entonces será salvo.
5. Creer se relaciona
con lo que necesita ser afirmado,
mientras que el bautismo se relaciona
con lo que debe ser negado
Entonces, ¿qué es el bautismo? El
bautismo es una liberación. Creer se relaciona con lo que necesita ser
afirmado, mientras que el bautismo se relaciona con lo que debe ser negado. El
bautismo nos saca de una entidad colectiva. Muchas personas del mundo pueden
decir que usted es uno de ellos. Pero en el momento en que usted es bautizado,
verán que usted ha llegado a su fin. Aquel a quien ellos conocieron por años,
ahora es salvo y se ha bautizado. La amistad que usted tenía con ellos ha
terminado. Usted está en la tumba, pues ha llegado al fin de su curso. Usted ya
sabe que tiene vida eterna, y ahora que es bautizado, es salvo. De ahora en adelante, todos saben que
usted es del Señor, pues le pertenece.
“El que crea y sea bautizado, será
salvo”. Esto es cierto porque cuando una persona cree y es bautizada, todos
conocerán su posición. Si uno no cree, no tendrá la realidad interior
correspondiente, y lo que haga no tendrá sentido, pues será un simple acto
externo. Pero al creer se produce una realidad interior, y si uno da el
siguiente paso, el paso del bautismo, se separará del mundo y su relación con
éste llegará a su fin. El bautismo es una separación; nos separa de los demás.
“El que crea y sea bautizado, será
salvo”. Lo que dijo el Señor Jesús es muy claro. Además añade: “El que no crea,
será condenado”. No creer en el Señor es razón suficiente para que la persona
sea condenada. En tanto que una persona pertenezca a esa entidad colectiva, su
incredulidad es suficiente para condenarla. Pero aun si uno cree en el Señor,
necesita de todos modos ser bautizado. Si no es bautizado, no ha hecho público
su éxodo.
6. Algo asombroso en el mundo
Es asombrosa la actitud que el
judaísmo, el hinduismo y el islamismo tienen hoy en día con respecto al
bautismo.
Un judío que abrace la fe cristiana
en secreto, no será perseguido. Muchos judíos creen en el relato histórico
acerca del Señor Jesús. Su mayor dificultad no consiste en llegar a creer en
Él, sino en ser bautizados. Una vez que son bautizados, son expulsados del
judaísmo. Algunas hermanas, después de haber sido bautizadas, fueron
envenenadas por sus prometidos. Tales cosas suceden aun en comunidades
civilizadas como las de Londres o Nueva York. No hay problema si una persona
cree en su corazón, pero una vez que se bautice, sufrirá persecución.
En la India nadie le hará daño a un
creyente mientras éste no sea bautizado. Pero una vez que se bautiza lo
expulsan de la comunidad. Ellos pueden tolerar que uno crea en el Señor, pero
no pueden permitir que uno se bautice.
La reacción de los musulmanes es aún
más violenta. Algunos han dicho que es difícil que un musulmán que haya creído
en el Señor Jesús permanezca vivo. Tan pronto cree, le dan muerte. El Dr. Swema
fue la primera persona que tuvo éxito al trabajar entre los musulmanes. Él
dijo: “Mi obra nunca crecerá, porque una vez que una persona cree en el Señor,
inmediatamente tiene que ser enviada lejos. De no ser así, le matarían a los
dos o tres días de ser bautizada”. Esta costumbre prevalece aún hoy entre los
musulmanes.
El bautismo es una declaración
pública de que uno ha salido. “El que crea y sea bautizado, será salvo”. No
pensemos que en este versículo la salvación se refiere a la salvación personal
de nuestro espíritu. En la Biblia, la salvación significa ser liberados del
mundo y no del infierno.
B. El bautismo se relaciona con el perdón de los pecados
El día de Pentecostés los apóstoles
dijeron a los judíos: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el
nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados” (Hch. 2:38). A los
protestantes se les hace difícil aceptar este versículo. No obstante, este
versículo ha sido enunciado claramente por los apóstoles: “Bautícese cada uno
de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados”. Es
extraño que el énfasis dado por el apóstol no sea la fe, sino el bautismo.
¿Era acaso el objetivo del mensaje
de Pedro en Hechos 2 persuadir a los hombres a que creyesen? Por supuesto que
no. Ahora, ¿significa esto que la predicación de Pedro era inferior a la
nuestra? La Biblia nos dice que el elemento más crucial de la salvación es la
fe. Entonces, ¿cómo pudo Pedro haber ignorado esto? Él podía haber ignorado
otras doctrinas en su mensaje, pero ¿cómo pudo dejar de hablar de la fe? Es
cierto que Pedro no habló directamente sobre la fe, ya que en lugar de ello, él
habló del bautismo, y el corazón de los que escuchaban fue compungido por el
Espíritu Santo. ¿Y qué predicamos nosotros? Nosotros proclamamos que la fe sola
es suficiente, pues pensamos que este es el cristianismo ortodoxo. Sin embargo,
Pedro dijo: “Bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo”.
Pedro sólo habló acerca del bautismo
porque los que le escuchaban eran los que habían dado muerte al Señor Jesús.
Cincuenta días antes, ellos clamaban: “¡Fuera con éste!”. Ellos eran las mismas
personas que daban gritos en Jerusalén. Ahora ellos debían separarse del resto
de los judíos. Esta es la razón por la cual no era necesario hablarles acerca
de la fe. Ellos solamente necesitaban ser bautizados. Con eso bastaba para que
salieran de esa entidad corporativa. Tan pronto como fueran bautizados, su
relación con ella terminaría. En el momento en que fueran bautizados, ellos
saldrían de esa entidad colectiva, y sus pecados serían lavados. Ya no serían
parte de ella; estarían fuera de ella. Por eso Pedro dijo: “Bautícese cada uno
de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados”. El acto del
bautismo los sacó de la entidad a la que pertenecían, y todo conflicto pendiente
quedó resuelto.
Ahora usted debe darse cuenta de que
al principio estaba en el mundo y era enemigo de Dios. Puesto que ha salido de
allí, usted es salvo. Necesita confesar delante de Dios y delante de los
hombres que ya salió del mundo y que no tiene nada que ver con esa
colectividad. Usted ya le puso fin a eso. “Bautícese cada uno de vosotros en el
nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados; y recibiréis el don del
Espíritu Santo”. Esta fue la enseñanza principal dada el día de Pentecostés. A este
respecto, su mente debe ser dirigida por la Palabra de Dios y no por la
teología protestante.
C. El bautismo nos lava de los
pecados
Examinemos el caso de Pablo. Ananías
vino a Pablo y le dijo: “Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando
Su nombre” (Hch. 22:16).
Pablo fue el principal y más
destacado maestro, profeta y apóstol del cristianismo. ¿Hubo acaso un pequeño
error con respecto a su experiencia? Algunas veces predicamos doctrinas
correctas, pero tenemos la experiencia equivocada. ¿Qué sucede cuando damos
nuestro testimonio? ¿Qué sucedería si otros hicieran lo que nosotros hacemos?
El testimonio de un maestro es crucial porque puede desviar a otros. ¿Es
posible que la experiencia del principal maestro del cristianismo estuviera
equivocada?
“Ahora, pues, ¿por qué te detienes?
Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando Su nombre”. Presten
atención a este versículo. Dice que el bautismo puede lavar los pecados de uno.
Al citar este versículo, los católicos lo hacen considerando únicamente el
aspecto individual de este asunto delante de Dios. El error del catolicismo
estriba en decir: “Si usted es bautizado, sus pecados serán lavados”. Por ende,
ellos recalcan que si una persona se bautiza en su lecho de muerte, dicho
bautismo puede lavar todos los pecados que dicha persona haya cometido en el
curso de su existencia. Pero no se dan cuenta que el significado del bautismo
atañe más a nuestra relación con el mundo que a nuestro testimonio delante de
Dios.
Anteriormente, Pablo era un hombre
que formaba parte del mundo. Después de haber creído en el Señor Jesús y de
haberlo visto, necesitaba levantarse y ser bautizado. En el momento en que fue
bautizado, sus pecados fueron lavados. En el momento en que él puso fin a su
relación con el mundo, sus pecados se desvanecieron. Si usted se hizo cristiano
secretamente y no fue bautizado, es posible que los del mundo todavía lo
consideren como uno de ellos. Usted puede decir que es salvo, pero el mundo no
reconocerá esto. Puede decir que creyó en el Señor Jesús, pero ellos dirán que
no han visto nada al respecto. Una vez que usted entre en el agua, ellos lo
verán y sabrán que usted creyó en Jesús. De no ser así, ¿por qué habría de ser
tan necio como para entrar en el agua? En el momento en que uno es bautizado,
es liberado del mundo. El bautismo en agua pone fin a nuestra relación con el
mundo.
Si una persona cree en su corazón,
pero no manifiesta ninguna señal externa al respecto, el mundo seguirá
considerándole como uno de los suyos. Por ejemplo, en Kuling, Fukien, se
celebra cada otoño una gran tradición idólatra, y a todos se les exige que
donen dinero para dichas celebraciones. Si una persona dice que creyó en el
Señor, los demás no le creerán. Pero en el momento en que es bautizada, saben
que ya no es uno de ellos. Así que, el bautismo es la mejor manera de ser
liberados del mundo. Si quiere ser liberado del mundo, tiene que ser bautizado.
Debe decirle al mundo: “Mi relación contigo ha terminado”. Al hacer esto, sale
del mundo.
El bautismo es un testimonio
público, y no debemos temer que otros sean testigos de ello. Los incrédulos
también pueden estar presentes durante nuestro bautismo. Recientemente, cuando
bautizamos a algunas personas en Fuzhou, un hermano dijo: “No nos gusta llevar
a cabo la reunión del bautismo de una manera tan desordenada. Ha habido
demasiados espectadores”. Si este fuera el caso, Juan el Bautista tendría que
haber aprendido de este hermano, ya que los bautismos de Juan no eran muy
ordenados. Aun los bautismos de aquellas tres mil personas el día de
Pentecostés no fueron muy organizados. Lo importante no es si una reunión es
ordenada o no. Si bien es cierto que no es bueno ser desordenado, todos los
hermanos y hermanas deben saber lo que estamos haciendo. Cuando bautizamos a alguien,
debemos permitir que todo el mundo sea testigo de lo que estamos haciendo.
D. El bautismo lleva
a la salvación mediante agua
La Escritura es coherente en cuanto
a sus principios. En 1 Pedro 3:20 dice: “En los días de Noé ... algunos, es
decir, ocho almas, fueron llevadas a salvo por agua”. De nuevo, este versículo
nos muestra que el bautismo lleva a la salvación. El Señor Jesús dijo: “El que
crea y sea bautizado, será salvo”. En el día de Pentecostés, Pedro dijo:
“Bautícese cada uno de vosotros ... para perdón de vuestros pecados”. La acción
de Pablo nos muestra que cuando una persona es bautizada, es lavada de sus
pecados. Estos no son solamente perdonados, sino lavados. Esto se debe a que
cuando ponemos fin a nuestra relación con el mundo, somos lavados de nuestros
pecados. Lo dicho en 1 Pedro también nos muestra que somos salvos mediante
agua. Así que, el bautismo lleva a la salvación mediante agua.
Aquellos que no pasan la prueba del
agua no son salvos. Una persona que no pueda pasar por el agua, se ahoga. En
los días de Noé, todos fueron bautizados, pero solamente ocho almas
sobrevivieron. Todos fueron bautizados y sumergidos en el agua, pero solamente
ocho almas emergieron de ella. En otras palabras, el agua llegó a ser agua de
muerte para algunos, y para otros, fue agua de salvación. Hay quienes entran en
el agua y allí permanecen, pero nosotros pasamos por el agua y emergimos de
ella. Lo que dijo Pedro tiene un sentido positivo. Cuando el diluvio vino,
todos se ahogaron. Únicamente las ocho almas que estaban en el arca, a quienes
el agua no pudo vencer, emergieron del agua. Mientras el resto perecía, estas
ocho almas fueron salvas. Actualmente, el mundo entero está bajo la ira de
Dios. Ser bautizado significa pasar por el juicio de la ira de Dios. Pero quien
se bautiza no sólo ha venido a estar bajo la ira de Dios, sino que ha salido de
tal posición. Al emerger, se muestra que uno ha salido. Esto es el bautismo.
El bautismo, por un lado, significa
entrar en el agua, y por otro, equivale a salir de ella. El bautismo significa
pasar mediante agua y salir de ella. Usted debe hacer énfasis en el aspecto de
“salir”. Todos entraron en el agua, pero solamente ocho almas salieron de ella.
En nuestros días, somos salvos mediante el bautismo. ¿Qué significa esto?
Cuando fui bautizado, no entré en el agua para quedarme sumergido en ella, sino
que entré en el agua y salí de ella. Si usted no ha creído en el Señor Jesús,
su bautismo no hará que usted emerja de las aguas. Al entrar en el agua y salir
de ella, doy a entender que soy diferente de usted. Puedo salir del mundo al
pasar por las aguas del bautismo. Al hacerlo, doy testimonio a los demás de que
soy diferente al mundo.
E. El bautismo nos liberta del mundo
Los cuatro pasajes de la Escritura
mencionados anteriormente nos muestran claramente lo que es el bautismo. Una
vez que somos bautizados, somos libertados del mundo. No necesitamos años para
ser libertados del mundo. Lo primero que un nuevo creyente debe hacer es
bautizarse. Usted tiene que percatarse de la posición que el mundo ha asumido
ante Dios. Usted ha renunciado completamente a la posición que antes tenía al
formar parte del mundo. En esto consiste la salvación. Debe despojarse
totalmente del mundo. De ahora en adelante, usted ya no forma parte del mundo,
sino que está en el lado opuesto.
Una vez que creemos en el Señor,
debemos comprender que ya no formamos parte del mundo. Nuestro bautismo es una
señal de que fuimos libertados del mundo. Por medio del bautismo desempeñamos
un papel diferente. De aquí en adelante, permanecemos en el arca y somos
personas diferentes. Podemos testificar ante los demás que no hacemos ciertas
cosas debido a que hemos creído en Jesús; más aún, podemos decirles que no
hacemos tales cosas debido a que hemos sido bautizados. Hemos cruzados el
puente y estamos en el lado opuesto.
Hoy en día tenemos que recobrar el
lugar que le corresponde al bautismo delante de Dios. ¿Cuál es el significado
del bautismo? Significa salir del mundo. Es un paso que damos para ser
libertados del mundo. Nuestro bautismo es una declaración de que estamos fuera.
Es como las palabras de un himno que dicen: “Después viene la sepultura, ante
la cual nuestros seres queridos nos lloran, / Al saber que hemos expirado” (Hymns, #628). Nuestros seres queridos ahora
saben que hemos llegado a nuestro fin y al final de nuestro curso. Hemos sido
completamente aniquilados. Únicamente este bautismo es efectivo. Si no hemos
comprendido esto, nuestro bautismo es superficial y carente de significado.
Debemos comprender que fuimos libertados del viejo círculo al que pertenecíamos
y que hemos salido de él. La vida eterna es algo que nuestro espíritu obtiene
delante de Dios, pero la salvación es el acto mediante el cual nos separamos
del mundo.
II. EL SIGNIFICADO DEL BAUTISMO
Todo el que ya ha sido bautizado
necesita volver a examinar el significado del bautismo. Aun si fue bautizado
hace diez o veinte años, debe reflexionar al respecto. Siempre debemos recordar
el versículo que dice: “¿O ignoráis que todos los que hemos sido bautizados en
Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte?” (Ro. 6:3). Este versículo
habla en forma retrospectiva y no se refiere a un evento futuro.
Los versículos que leímos en Marcos
16, Hechos 2, Hechos 22 y 1 Pedro 3 están dirigidos a quienes no han sido
bautizados aún, mientras que los versículos de Romanos 6 y Colosenses 2 están
dirigidos a los que ya fueron bautizados. Dios les dice: “¿No sabéis que cuando
fuisteis bautizados, moristeis juntamente con Cristo, fuisteis sepultados y
resucitasteis juntamente con Él?”.
En Romanos 6 se hace hincapié en la
muerte y la sepultura, aunque también se menciona la resurrección. Colosenses 2
va más allá, pues recalca la sepultura y la resurrección, siendo esta última el
tema central. El énfasis de Romanos 6 es la muerte: “¿O ignoráis que todos los
que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su
muerte?”. Aquí, se hace hincapié principalmente en la muerte, en el hecho de
que debemos morir juntamente con Cristo. Romanos 6 habla de morir y ser
sepultados, mientras que Colosenses 2 habla de ser sepultados y resucitar.
Las aguas del bautismo tipifican la
tumba. Cuando en nuestros días una persona es sumergida en las aguas del
bautismo, es como si estuviera siendo sepultada. Salir del agua equivale a
salir de la tumba. Antes de ser sepultado, uno primero tiene que estar muerto.
No se puede sepultar a una persona viva. Si una persona se vuelve a levantar
después de haber sido sepultada, eso, sin duda alguna, es la resurrección. La
primera parte de esta verdad se encuentra en Romanos, y la segunda en
Colosenses.
A. Un gran evangelio: ¡estoy muerto!
Cuando el Señor Jesús fue
crucificado, Él nos llevó consigo a la cruz, y nosotros fuimos crucificados
juntamente con Él. A los ojos de Dios, ya se nos puso fin. ¿Qué piensa de usted
mismo? Quizás tenga que decir: “¡Soy una persona difícil de tratar!”. Aquellos
que no se conocen a sí mismos no comprenden cuán imposibles son. Una persona
que conoce a Dios y que se conoce a sí misma, dirá: “Soy una persona
imposible”.
Cuando vivíamos estando agobiados
por el pecado, escuchamos acerca de la muerte del Señor Jesús. Este es el
evangelio. Es así que vimos que no teníamos esperanza alguna y que estábamos
muertos. Así es el evangelio. ¡Damos gracias a Dios porque este es el
evangelio! La muerte del Señor nos incluyó a todos nosotros. Por tanto, en
Cristo, todos hemos muerto. ¡No hay mejor noticia que esta! Así como la muerte
del Señor es el gran evangelio, nuestra propia muerte también lo es. Así como
la muerte del Señor es motivo de regocijo, también lo es nuestra muerte. ¿Cuál
debería ser el primer pensamiento que ha de venir a nuestra mente cuando
escuchamos que nuestro Señor murió? Debemos ser como José de Arimatea; debemos
proceder a sepultarlo a Él. Igualmente, cuando nos enteramos de que estamos
muertos, lo primero que debemos hacer es sepultarnos a nosotros mismos, ya que
la sepultura viene inmediatamente después de la muerte. La muerte no es el fin.
Ya estamos muertos en Cristo; por tanto, lo primero que debemos hacer es
sepultarnos a nosotros mismos.
B. Muerto y resucitado
Hermanos, cuando entramos en las
aguas del bautismo o cuando reflexionamos al respecto después de haber sido
creyentes por muchos años, debemos recordar que ya estamos muertos. Dejamos que
nos sepulten debido a que hemos creído en nuestra muerte. Si nuestro corazón
aún late y todavía respiramos, no podemos ser sepultados. Para poder ser
sepultados, tenemos que estar muertos.
Cuando el Señor Jesús fue
crucificado, nosotros también fuimos crucificados con Él. Permitimos que otros
nos sumerjan en agua porque creemos haber muerto. El Señor Jesús resucitó y
puso el poder de Su resurrección en nosotros. Somos regenerados mediante este
poder. El poder de la resurrección opera en nosotros y nos resucita. A ello se
debe que hayamos salido del agua. Ya no somos lo que éramos antes; ahora somos
personas resucitadas. Jamás debemos olvidar este hecho. Cuando entramos en el
agua, creímos en nuestra muerte y en nuestra necesidad de ser sepultados. Cuando
salimos del agua, creímos que somos poseedores de la novedad de la vida divina.
Ahora estamos en el lado de la resurrección. La muerte se halla en el otro
lado, y ahora nuestra experiencia es la resurrección.
C. Estoy en Cristo
Cierta vez leí el titular de un
periódico que decía: “Una persona, tres vidas”. El artículo hablaba acerca de
una mujer encinta que había sido asesinada. Después de que murió la mujer, se
supo que ella llevaba en su vientre gemelos. Por eso el encabezado decía: “Una
persona, tres vidas”. Con relación al Señor debe decir: “Una Persona, millones
de vidas”. Esta es la razón por la cual la Biblia reiteradas veces recalca la
expresión en Cristo. En el crimen mencionado, aparentemente
el asesino sólo mató a la madre, y no a los dos niños. Sin embargo, debido a
que los dos niños estaban en el vientre de la madre, ellos murieron cuando la
madre murió. De igual manera, por estar nosotros en Cristo, cuando Él murió,
nosotros morimos en Él.
Dios nos puso en Cristo Jesús. Esta
es la revelación que vemos en 1 Corintios 1:30: “Mas por Él estáis vosotros en
Cristo Jesús”. Puesto que Cristo murió, todos nosotros también estamos muertos.
La base de nuestra muerte con Cristo es que nosotros estamos en Él. Si no
sabemos lo que significa estar en Cristo, tampoco entenderemos lo que significa
morir juntamente con Él. ¿Cómo pudieron morir los niños juntamente con su
madre? Ellos murieron debido a que estaban en el vientre de ella. En la esfera
espiritual, tal analogía se hace aún más real. Dios nos unió a Cristo. Cuando
Cristo murió, también nosotros morimos.
Tan pronto como este evangelio nos
sea predicado, debemos aprender a ver las cosas desde el punto de vista de
Dios, y reconocer que hemos muerto en el Señor. Hemos muerto porque hemos
creído en que dicho evento es un hecho. Fuimos sepultados en el agua y salimos
de ella. Declaramos haber salido de la tumba. Esto es resurrección. Romanos 6
presenta el hecho de que nos consideramos haber muerto con Cristo Jesús, y
asimismo, nos consideramos personas que han resucitado con Él.
Hermanos y hermanas, espero que una
vez que sean salvos, tomen este camino. Estos son dos conceptos claramente
distintos. Uno ocurre antes del bautismo, y el otro, después. Antes del
bautismo debemos ver que ya estamos muertos y necesitamos ser sepultados.
Después del bautismo debemos darnos cuenta de que ahora estamos en resurrección
y, por ende, hoy podemos servir a Dios.
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